Papabuelo siempre se preocupaba por que llegara la época de lluvia pero no llovía, el calor era agobiante, aunque siempre su preocupación era genuina, las siembras se comprometían al no tener suficiente nutrientes en el momento del crecimiento de los frutos, o los frutos que lograban desarrollarse no tenían el tamaño adecuado para salir a la venta, era una cosecha con pérdidas, con muchas pérdidas, no obstante se hacía el ejercicio para tratar de recuperar algo de la inversión y el trabajo con más procesos y costos, preparando con esos frutos alimentos para los animales, al menos daba mucha alegría ver bien alimentados los animalitos.
No eran pocas las veces que esto pasaba, y en el pueblo eran varios los que compartían las mismas penurias en sus sembradíos, surgiendo constantemente ideas de abastecimiento de agua, reuniones con las autoridades, proyectos e iniciativas privadas, para paliar la situación que en algunos años les afectaba enormemente; estaba la también exposición a plagas que al mermar la calidad de las plantas y los frutos, eran propicias las plantaciones para los ataques de hongos, bacterias o en su peor etapa, la afectación por insectos muy difíciles de erradicar. Pero así era la vida del campo, nada nuevo bajo la mirada misericordiosa del Creador desde que el campo es campo.
Papabuelo
se reunía con los campesinos de otras regiones, que tenían las tierras contiguas
a las regiones, era comparar el tipo de siembra, las condiciones, los problemas
que compartían o las ventajas o beneficios que los hacía diferentes, para comparar
el rendimiento de la producción entre la gente del mismo gremio, en esas
reuniones compartía información, buenos ratos y buenas botellas del mejor ron
de la región, o cuando el calor apremiaba, la cerveza fría era el aliado
incondicional, acompañados de una buena
carne de res o de cerdo, con música llanera regia.
Cuando
la época era de lluvia siempre comenzaba con alegría ya que se cumplían los ciclos
debidamente, posiblemente con adelanto o con retrasos de algunas semanas pero
no lo suficiente para alterar los resultados esperados, se vivía la alegría con
vitalidad en los campos, vitalidad en las siembras, en las hojas que brillaban
con una buena hidratación dándole la coloración de saludables, olor a tierra
mojada que llama a evocar al trabajo en condiciones favorables diferentes al
calor de costumbre de los llanos.
Las preocupaciones
de Papabuelo llegaban también cuando las lluvias se volvían intensas, continuas y
acompañadas de rayos procedentes de gruesas nubes grisáceas profundas, las
preocupaciones estaban presentes cuando los días consecutivos eran cargados de
lluvias que obligaban a mover el ganado a terrenos altos porque comenzaban a anegarse
los terrenos bajos, saturando las tierras y logrando cubrir parte de la
siembra. Proteger las cosechas era primordial, así como era vital conservar los
activos de las granjas, los tractores, los graneros, los potreros, los
gallineros, el ganado y sus crías que son muy vulnerables en situaciones de riesgo de
alto índice hídrico.
Estos ciclos de sequía y de invierno son las rutinas de la gente del campo, así como visualizar como poder continuar con sus trabajos años tras años por lo que se revisaba el rendimiento de lo cosechado y vendido a las fábricas de alimentos procesado o centros de acopio de la región para sacar las cuentas y poder programar el siguiente ciclo de siembra. Por lo general era casi imperativo caer en los apoyos del gobierno cuando la situación apremiaba ya que luego de tener los créditos de las instituciones había que cumplir con los compromisos de pagos obligatorios, de nada le valía a los “vivos” atrasarse con los pagos o incumplir con los créditos cuando al año siguiente tenían nuevamente sus ciclos de siembras, por lo que tocaba pasearse entre varias instituciones arrastrando tu historial de “mala paga”.
Autor: Elio E.
Capitillo R.
Fecha: 08 Noviembre 2024
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