LOS ACOMPAÑANTES

   Era la época de fiestas en el pueblo y todo se alistaba para crear un ambiente de alegría, la energía de la gente se transmitía a través de la algarabía, de los mismos preparativos de todos los espacios, era un solo tema de conversación entre los pobladores, y sobre todo de los asistentes a la iglesia que era el centro de las celebraciones religiosas, otro aniversario en conmemoración de la aparición de la Virgen María en la quebrada que la convirtió en bendita a raíz de su avistamiento por aquella madre joven con la niña pequeña que había enfermado de gravedad.


  El espíritu religioso se fusionaba con la alegría en el templo al conocer cada prodigio, cada maravilla que fuera adjudicado al accionar celestial de la Virgen María sólo en aquel pueblo, hechos que habían llamado la atención de la misma iglesia en la región, logrando difusión entre los feligreses y pobladores cercanos por la cantidad de milagros o eventos sucedidos a sus beneficiados sin explicación científica o lógica alguna por lo que divulgaba del pueblo tocado por Dios.

  María Emilia era la encargada del despacho parroquial y encargada de recibir y coordinar los eventos asociados a las ceremonias eclesiásticas y las conmemoraciones especiales como en esta oportunidad, ella era tía de la niña que fue curada por un milagro concedido de la Virgen María, estuvo junto a su hermana mano a mano desde que nació y por supuesto luego cuando enfermó la niña, desde ese momento hasta suceder la sublime  advocación, María Emilia ya era fiel devota, y sencillamente fue la manifestación clara de toda su adoración desde tiempos tempranos durante su crecer y desarrollo religioso. Su hermana era de esas personas que no practicaban la religión, pero su formación familiar y algunas notas en el colegio le tenían la semilla cristiana pronta a germinar, y el suceso con su hija la obligó espiritualmente a dar el salto de fe, tenía que aferrarse a algo que le diera la fortaleza que necesitaba en ese momento tan crítico de su existencia y sobre todo de la vida de su hija.

   Pero como en un pueblo alegre al avanzar las celebraciones se exacerba el espíritu fiestero, el buen ánimo y el encuentro entre familiares, amigos y conocidos, en esta ocasión no era diferente, las plazas y locales eran sitios propicios para sentarse a escuchar cuentos con muchas risas, bien acompañadas de bebidas enérgicas para la disposición y la animosidad, de esa manera incrementar la alegría, traer a la memoria buenos temas anecdóticos y ocurrencias para alargar la noche, he aquí donde los mas aguerridos se envalentonan a caminar de madrugada, o lo mas osados retan sus sentidos alterados a regresar a sus viviendas con los primeros rayos del Sol. Y no eran pocos los valientes aventureros, ya que eran fuentes de otros cuentos posteriormente de quien amaneció, cómo llegaron a sus casas o si continuaron de fiestas, si se acordaban de los eventos, luego de cómo llegaron de esas farras, así como también de los que se quedaron en el camino y no lograron posar sus cabezas en sus cómodas almohadas si no que arrastraron sus cuerpos por el suelo hasta que encontraron confortables las aceras del pueblo.

  De estos combatientes nocturnos estaban los que sencillamente iban con el alma empeñada y el valor que les daba las bebidas ingeridas, luego estaban los que salían y regresaban con la bendición de sus madrecitas o esposas y la encomienda al Dios Padre Todopoderoso, al final el destino es el que juega duro con sus guerreros y como partida de ajedrez, suelta las piezas al tablero a ver como se desarrolla la estrategia buscando un vencedor. El pueblo santificado, como se había comentado, poseía protección con un halo de espiritualidad y amparo celestial, y sus pobladores casi en su totalidad lo asumían de esa manera, mas no dejaban de persignarse ante cada salida de sus casas o de sus labores, buscando siempre la custodia y bendición de ese ente superior que los llevaría por el sendero del bien, alejándoles la maldad de la gente o de la malicia de espíritus burlones.

  Cuentan que unas de estas noches extendidas de alegrías y festejos, avanzada la madrugada se encontraban un grupo de amigos ya bastante efervescidos por el jolgorio y las bebidas, al agotar sus bastimentos comenzaron a buscar sus caminos respectivos de regreso hacia sus casas, dos de ellos acompañados de sus parejas, otros dos hermanos que se encomendaron al pasar frente a la imagen de la Virgen María frente a la iglesia, y Federico, hermano de Maria Emilia, que se quedó de último, cuando de pronto se percató que no le quedaba compañía, pensó que sus amigos lo habían abandonado sin ofrecerle compañía de regreso, y como cosas de la vida era el que vivía más lejos, teniendo que pasar por un sendero reducido para acortar camino haciéndole llegar más rápido a su casa, pero a su vez era más riesgoso por la cantidad de hierba y monte, corriendo el riesgo de encontrar cualquier alimaña nocturna, por lo que opto a seguir por su camino largo y “seguro”.

  En su deambular bajo la brillante luna y un precioso cielo estrellado completamente despejado, iba cantando parte del repertorio musical escuchado durante las fiestas, mas para escucharse a él mismo y espantar posibles animales en el camino que para continuar el festejo y mantener el ánimo, era un viejo truco que le había funcionado en muchas ocasiones, decía que alegraban a los espíritus que lo acompañaban en su transitar. Viendo el horizonte intentando adivinar el futuro de su ruta por recorrer, logró divisar la silueta de un par de hombres los cuales, por las condiciones sensoriales no lograba ver tan precisos, pero en su mente, que pensaba le jugaba sucio en ese momento, veía que no tenían buenas intenciones. Un frio recorrió su cuerpo y la adrenalina fluyó por sus venas haciendo disipar su estado de embriaguez, sus ojos bien abiertos y los sentidos en alertas, le llegó a su mente un mensaje divino haciendo invocar a las Tres Divinas Personas, por lo que se encomendó a ellas, con una mano persignándose y con la otra tocando su corazón. Acelerando los pasos en su andar en un camino sin posibilidad de desvío, se acercaba al encuentro inevitable con los dos hombres que le esperaban en su misma vereda del camino. Al encontrarse muy cerca a ellos, levanta la mirada y conecta con la cara de cada uno, no reconociéndolos como amigos o conocidos, pero si logró identificar que estaban en las fiestas del pueblo en horas tempranas, buscándoles conversación a las muchachas del pueblo y con mala actitud ante los asistentes; los llega a saludar con una voz forzada recompuesta por las circunstancias, pero tratando de tener la mayor entereza ante el temor que le recorría el cuerpo, pasa de largo y sigue su camino hasta llegar a su casa.


  Al día siguiente, luego de levantarse bien tarde, tomarse un café caliente y cerrero, desayunar y arreglarse para salir al encuentro con sus amistades en la iglesia frente a la imagen de la Santísima Trinidad, llega a la plaza y comienza a escuchar los rumores entre la gente del suceso de la madrugada donde encontraron a dos personas echadas en la calle, pálidas casi desmayadas, llorando en pánico todavía al amanecer. Al interrogarlas solo narraron del encuentro que tuvieron con cuatro personas en el camino, una era Federico, conocido por todos en el pueblo, y los acompañantes fueron tres personas misteriosas, con rostros profundamente enigmáticos, que generaban mucho temor al pasar, personas que nunca se habían visto en el pueblo pero que en su paso infundieron tanto miedo, terror, a este par de bellacos que los hizo espantar bloqueando las malas intenciones que tenían, pidiendo perdón, disculpándose por el mal que habían generado en el pueblo durante las fiestas religiosas.

  Nadie pudo dar explicación de quienes fueron los acompañantes de Federico, el amigo fiestero madrugador, pero con mucha fe y convicción religiosa de fiel raíz familiar y cristiana.

 

**…ASÍ LO ESCUCHÉ**

Autor: Elio E. Capitillo

Fecha 31 Octubre 2024

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