LA DESPEDIDA

   Ahí estaban todos ellos, de nuevo reunidos como siempre, pero la alegría, la algarabía, las risas, los juegos no estaban, no esta vez, les tocaba el turno a los recuerdos, los buenos y los malos momentos en la memoria de cada uno de ellos con ella o todos juntos en grupo como casi siempre; como olvidarla si todavía se escuchaba sus hilarantes risas, no perdía el tiempo, para ella la felicidad la rodeaba a pesar de su soledad. A quien le avisábamos, solo sabíamos desde que comenzamos la universidad que ella tenía el dinero suficiente para sus estudios y su estadía, no le faltaba nada tampoco le sobraba, y un seguro que respaldaba su andar y desandar, aparte de su inquebrantable fe.

   Mónica no tenía mejor amiga, tampoco su amigo protector, para ella todos éramos importantes, éramos sus amigos, éramos sus hermanos, éramos su todo y sus profesores eran sus tíos donde acudía a escalar un consejo superior luego de haber consultado con alguno de nosotros dependiendo del tema y su profundidad, sabíamos de ella y ella de nosotros, creo que nos guardábamos poco, y eso era lo que nos hacía especiales para ella y ella para nosotros, aunque no siempre era todo bueno, pero era más lo bueno que lo no tan bueno, para alguno de nosotros era nuestra forma de convivencia, la familia estaba lejos y de primera mano nos teníamos a nosotros, era parte del ejercicio que nuestros padres querían para nuestro crecimiento y formación, y creo que no lo hacíamos tan mal.

  Larry fue uno de los primeros en conocerla, él estaba en la secretaría de estudios junto a Marla que era su novia en ese momento; coincidían en cuatro materias por lo que sus rutinas de encuentros eran frecuentes, variando cuando Larry iba a sus clases de música y Marla se quedaba con ella en literatura al tiempo, lograban divertirse porque el profesor hacía las clases muy amenas sin importar el tema. En una oportunidad Mónica se quedó en la habitación de Marla, y en la noche apareció Larry por la ventana con unas flores y una guitarra para darle la sorpresa, él se entusiasmó a verlas a las dos en la misma habitación, aunque no iba a conseguir su cometido esa noche, pero el encuentro fue fuente de inspiración para una noche musical, Marla se sorprendió cuando en plena serenata le brillaban los ojos a Larry cuando entonando su voz volteaba a ver a Mónica con mirada picaresca. Marla nunca le dijo nada, para Mónica fue una velada donde sencillamente ella estuvo ahí circunstancialmente, no significó nada para ella no obstante supo de Larry en diferentes oportunidades cuando Marla se ausentaba o viajaba donde su familia.

  Esto lo supe por Ángel durante una noche nos quedamos frente a la playa junto con Larry, fue una oportunidad que luego de una semana de exámenes teníamos obligatoriamente que relajarnos porque la siguiente semana seguían mas trabajos de investigación, pero siempre una guitarra, unas bebidas alegres y una grata compañía creaba el ambiente ideal para que salieran los cuentos fraternos y jocosos. Ángel fue el que ayudó a Larry a subirse en aquella ventana, quedándose una hora abajo lanzando piedritas a la ventana, piedras que nunca fueron escuchadas ya que el ambiente vivido en esa habitación fue espectacular entre cuentos, canciones y muchas risas según contaba Mónica; Larry tuvo que salir muy tarde en la noche gateando por los pasillos para que Marla no fuera sancionada en la villa de la universidad.

  Ángel era muy querido por todos ya que era muy buen conversador, era analítico en cualquier tema sin tener dominio, en el momento que le llegaban con información, alguna pregunta o propuesta sus facciones reaccionaban de manera circunspectas dando un halo de formalidad a los posibles dictámenes que fueran a proyectarse de su erudita mente. Estas capacidades y posturas frente a los temas lo tenían como persona de alta estima y confianza para muchos, pero Ángel se entretenía escribiendo el magazine del pueblo donde vivía su familia donde persistía una columna llamada “Cuentos que no se cuentan” que valiéndose de un pseudónimo relataba la ficción que era realidad en otras latitudes, la comunicación la llevaba en las venas ya que su madre era la periodista, directora de redacción, y dueña del diario.

  Lo de la columna del cuento era un secreto que le fue develado a Mónica por Ángel luego que él supo que Mónica escribía poemas, y muy bonitos, que lo impresionaron tanto que se los llevó a su mamá para que ella los evaluara y lograra publicarlos en su diario, su mamá y ella terminaron siendo muy buenas amigas, siendo grandes colaboradoras del diario y el magazine. Para Mónica estas colaboraciones lejos de ser un compromiso periódico que atender, decía que muchas veces le servía de escape a sus pensamientos que drenaba en frases o relatos de ficción.

  Larry, cuando no estaba Marla, llamaba a Mónica para hacer senderismo en las montañas de la playa, para él era una aventura excitante descubrir nuevos senderos, llegar a nuevos parajes, bañarse en las cascadas, disfrutar de la vista de las playas desde la montaña, gastar un día de mucha energía, llegar extenuado y muerto de hambre a las cimas de las montañas, mientras tanto en el camino disfrutar de la compañía y una buena conversación con Mónica. Eran pocas las veces que se lograba coordinar un paseo grupal con Larry, él era muy exigente en la actividad cuando íbamos varios, exigía rendimiento en el andar, pocas pausas, hidratación limitada, para cumplir con metas de tiempo. Nos contaba Mónica que cuando ellos dos subían era muy divertido, muy jovial, eran muchos cuentos y risas, y si no llegaban a la meta planteada porque Mónica estaba extenuada, Larry sencillamente buscaba un lugar para sentarse y admirar el horizonte. Ellos dos se la pasaban muy bien, pero Mónica nunca les dio alas a las intenciones de él, ella conocía perfectamente cuales eran sus limites y el respeto a su gran amiga Marla.

  Faltaba poco tiempo para la graduación cuando ella comenzó a sentir algunos síntomas extraños que inicialmente no atendió, así es la juventud donde todos tienen una explicación para cualquier dolor, o sencillamente minimizar o desestimar cualquier dolencia diciendo que era mal dormir, stress de los estudios, o que se habían lastimado por equis circunstancias, siendo la premisa que la juventud nunca se enferma, tiene vida para rato y hasta se abusa de ella.

  Para seguir este relato debo comentarles que yo la amaba, se lo hice saber varias veces, no varias, muchas veces, cada vez que podía se lo recordaba para que supiera lo importante que ella era en mi vida, como me costó que lo asumiera, éramos el uno para el otro y ella lo sabía pero no quería aceptarlo porque no era su plan desde que llegó a esta ciudad, su plan era de estudiar, terminar e irse, pero no sabía para donde y para que, por lo que quedarse en esta tierra se estaba convirtiendo en su plan A sin quererlo ya que este rincón de La Tierra le resultaba agradable y estaba consiguiendo cosas que jamás le habría pasado por su mente. 

  Hice lo imposible para llevarla a visitar su familia que ella muy pocas veces mencionaba, solo para decir que estaban muy ocupados o que estaban de viajes de negocios, o que no podían atenderla el fin de semana que ella podía disponer, por lo que sencillamente se desistía de replantear; nunca lo entendí y de parte de ella las explicaciones eran muy parcas y reiterativas, “no tienen tiempo”. Lo que si resaltaba el hecho de que gracias a sus padres ella podía estudiar la carrera que quería en la universidad que quiso, y que ellos lograban que tuvieran todas las necesidades cubiertas y los incidentes soportados por lo que el deber de ella era cuidar que no pasara nada, pero como dicen, “la procesión va por dentro” y la mente juega duro.

  Sus últimos días fueron de nostalgia al recordar esa infancia junto a sus padres que ella decía eran de mucha riqueza de amor y cariño, días de atención, fines de semana de paseos, el exquisito helado de un carrito en la calle, la caminata junto a su padre en el esplendoroso parque en su humilde pueblo rodeado de caballos y carretas de los vendedores de golosinas, el suculento almuerzo de una hamburguesa en la calle. Nada que ver de su exuberante vida en la magnífica casa con piscina que solo ella disfrutaba, o eventualmente la visita de sus amigas del colegio que lograba atender la servidumbre porque los padres ausentes estaban muy ocupados. Caminar del jardín a su alcoba, o disfrutar de un vaporoso baño en la tina, solo escuchando música porque no había nadie con quien compartir el cuento del día.

  Agradeció mucho la amistad, los estudios, las vivencias, el crecimiento emocional que todos y cada uno de nosotros le brindamos y compartimos en cada día durante el tiempo de la universidad, el soporte de sus profesores, el apoyo de sus amigos, los cuidados de sus enfermeras que se cubrían con el seguro que su amado padre le pagaba, pero en sus pensamientos esperaba que en otra vida fuera mas amada y mas querida por sus padres, no por el dinero que ellos generaban.

 

Autor: Elio E. Capitillo R.

Fecha: 08 de Octubre 2024

 

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