Recuerdo una tarde fresca de verano, ya estaba por venir el otoño donde nos alegraba año tras año porque refrescaba el clima, el Sol era más misericordioso para nuestro cuerpo, pero a su vez entristecía porque algunas de nosotras o casi todas podíamos caer víctimas del bajo suministro de luz o de los pocos fluidos vitales, por lo que hacíamos el mejor esfuerzo en caer en la mejor condición, o en buenas manos que nos cuidaran y protegieran de adversas situaciones.
Esa tarde soplaba la brisa, fresca, levantaba el polvo y hasta otros objetos, pero nos tratábamos de mantener incólumes, batallábamos con todas nuestras fuerzas juntos con nuestras fieles compañeras que nos protegían y embellecían nuestro entorno en una preciosa combinación de colores vivos y los verdes que hacían de nuestra existencia la mejor mezcla entre el follaje natural para que fuéramos admiradas y queridas, así éramos, así nos gustaba vernos.
La
fuerza de la brisa venció nuestro ánimo, agotó nuestras fuerzas, sucumbimos
ante la insistencia de la brisa haciendo fracturar nuestra adhesión a nuestra
fuente de vida, como pude hice uso de mis habilidades aprendidas desplegando
mis agraciadas extremidades y procurando surcar el poco espacio aéreo que nos
deja nuestra altura y nuestra posición geográfica que Dios nos permitió,
logrando el milagroso descenso suave y sutil a las aguas del manso rio que nos
hidrataba, logrando un amarizaje soñado que cualquier ser de nuestra especie
desearía tener.
Con mis
extremidades expuestas con vista hacia la eternidad del cielo comencé a
deslizarme por el horizonte del rio, ya dejando al libre destino que el remanso
del agua me llevara, relajé mis sustentos logrando una paz placentera que
permitió la exhalación de mis mas íntimos perfumes para el deleite propio y de
mis circundantes acompañantes en la danza hídrica donde habíamos capitulados.
Dejando
al azar de la corriente mis propios destinos, navegaba y navegaba alejándome en
cada momento del sitio donde Dios me dio la vida, en mis pensamientos estaba ver
de nuevo a los tallos que me dieron y mantuvieron con vida, ya los extrañaba,
la brisa seca ya no estaba, las gotas de lluvia no caerían más, el Sol no las
secaría de nuevo, y comenzaba a pensar “¿qué pasaría si el tiempo se
devolviera? ¿Qué pasaría si el rio cambia la corriente? ¿volvería a mi lugar de
origen? ¿de nuevo estaría en aquel tallo acompañado del follaje que me
protegía? ¿alguien pasaría a admirar mi belleza? Solo quedará la nostalgia de
alguien que me vio, se extasió con mi perfumé cuando caí al rio, me alejé de él
hasta que desaparecí de sus ojos, no pasaré de nuevo junto al malecón.
Autor: Elio E.
Capitillo R.
Fecha: 17 septiembre 2024
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