Con la presencia de su tía él juro no haber estado en el sitio precisado por el testigo, aunque el policía de manera insistente le hacía ver a todos los que estaban justo en el lugar que había sido él, no había manera de hacerle entender lo contrario, no obstante lo negaba de manera insistente, haciendo dudar a su familia que siempre, en toda situación creía en su sobrino, lo que le llamaba la atención era que él no mostraba ningún gesto de pena, ni de rabia, ni de angustia, se mantenía ecuánime en toda circunstancia, y su tía lo había estado conociendo en las buenas y en las malas durante ese tiempo, pero nunca frente a la presión inquisitiva de “la justicia”, “..Él es un buen muchacho, estoy segura de eso” decía su tía.
Tres semanas antes había conocido a su nueva amiga Amélie, coincidiendo en el transporte público ya en cuatro oportunidades donde se cruzaron las miradas desde la primera vez, el poder de la timidez había hecho presencia de manera rotunda pero la piel es sensible a las miradas lejanas, y el cabello sirve para incomodar en el momento preciado para batirlo, poder mirar rápidamente y lograr un gesto cándido, justo de esos que enamoran. Él se dirigía a la universidad, iba retrasado a su hora de química, una de sus materias favoritas, y sobre todo porque era el día de laboratorio, había tenido que regresarse a buscar su bata y lentes de protección, sin ellos era imposible la admisión a la sala de experimentos.
Por su
parte Amélie tenía que abrir la tienda de confitería, su tía le había casi
encargado la tienda sin acuerdo previo, pero ella también necesitaba estar
ocupada y generar algo de ingresos para ahorrar y pagar sus estudios de cocina
asiática, así ella decía que era una china adueñada del cuerpo de una francesa.
Según ella se aprendía mucho en esa tienda, a sacar cuentas, a conocer a los
jóvenes, a conocer a la señora mayor que entra con su nietecito, compra un
chupetín y se lleva en sus bolsillos una barra de chocolate y unas gomitas
diciendo que se le olvidó, esto era una actividad reiterada en las señoras
mayores, y ella se preguntaba en donde estaba el gusto o placer de hacerlo,
porque no es robar por necesidad, tienen posibilidades, tienen dinero; misterios de la vida, malas enseñanzas para sus nietos.
Ellos,
luego de su cuarto encuentro en su carroza de la felicidad, así lo bautizaron
junto a su chofer Cupido, esa mañana decidieron no llegar a su destino y
bajarse en la siguiente parada, justo a la plaza del jardín, mágico lugar para
el romance y la amistad, rodeado de vendedores ambulantes, carritos de sándwiches
y jugos naturales hechos en el sitio, vendedores de globos y flores, pedigüeños,
y donde convergían todas las rutas del transporte público, taxis, buses y motos.
Que más se le podía pedir al destino, en el lugar y el momento anhelado, el lapso preciso asignado por el universo para que dos almas comenzaran a unir
sus vidas en un solo vínculo. Amélie y él lograron, luego de agarrarse de las
manos y caminar por ese lindo parque, quedarse viendo fijamente, sin palabras,
ni gestos, ni respiración, unir sus rostros en un fervoroso beso, digno de una
toma 360° alrededor de sus cuerpos con el lente fijo en sus caras y los tonos
altisonantes de violines, chelos y trompetas al unísono.
Amélie,
luego de terminar sin ánimos de dar fin al beso apasionado de consagración,
bajó la mirada sin soltarse de las manos, vio el reloj y dijo: “Mi tía me va a
matar”, en ese momento ambos corrieron directo a la parada de buses, dándose cuenta
que acababa de partir la ruta a su destino preciso y tenían que esperar 20
minutos para el próximo, pero no quedaba otra opción, caminar desde ese punto
demoraba 40 minutos por lo que decidieron brindar por su recién unión con un
hotdog y una bebida para ambos, había mucha ilusión, pero no dinero. Él vivía con
su tío, y su mamá le enviaba dinero al tío para su comida y necesidades básicas,
y quedaba lo justo para el transporte, eventualmente lograba dinero extra
haciendo algún trabajo a un vecino o con los compañeros de clase les ayudaba
con las investigaciones, consiguiendo para una salida al cine o tomar alguna
bebida extra a precios de la universidad pública. Él siempre estaba preocupado
buscando formas de lograr dinero extra de alguna forma.
Esta
nueva pareja de enamorados no tardaron en hacer planes a futuro, algo que para
dos personas arreando sus propios destinos tomaba mucho sentido ya que ninguno de los
dos tenían mayores arraigos familiares ni emocionales, ellos hasta esos días transcurridos
vivían en ese ciudad de manera circunstancial movidos por sus estudios y nada más
allá que eso, pero tampoco querían ir de vuelta a sus pequeños pueblo donde las
opciones de cada uno eran trabajar en la tiendita de comida típica o en la
botica de su padre.
Una
tarde un conocido de la universidad le dijo para realizar una revisión de una
investigación a él, y por la conveniencia del ingreso monetario extra no dudó
en confirmar el llamado, pero pautó encuentro luego de las 7:00pm, era la hora
que Amélie cerraba la tienda y tenían su rutina de acompañarse en ese momento.
Pero sucedió que en la tienda se rompió una tubería y comenzó a inundarse el
local por lo que tuvieron que quedarse hasta lograr controlar el suceso para
solventar al día siguiente.
El
compañero de la universidad estaba en la plaza esperando por él de acuerdo a la
hora pautada, 15 minutos más o menos no eran justificativos para pensar en un
embarque, y menos viniendo de él que hasta ahora se había mostrado muy
responsable con todos los compañeros de su clase y los profesores que
solicitaban ayuda de su siempre acostumbrada colaboración, por lo que podía
esperar sin ansiedad ni molestia. Pasado 45 minutos no había llegado él, ya la paciencia y
comprensión se habían agotado por lo que el compañero decidió caminar a los
alrededores para intentar adelantar visualización del comprometido compañero, a
lo que al llegar a la esquina ve una señora gritando y alterando el orden y a
su lado un policía preguntando que le había pasado, la señora dijo que un
muchacho moreno de pelo crespo abundante había pasado corriendo y le había
arrebatado su bolso amarillo. Justo en ese momento llega él a encontrarse con
su compañero que lo estuvo esperando, pero él había llegado trotando justo con
un bolso amarillo propiedad de Amélie que le pidió se le guardara el bolso en casa de su tío porque estaban haciendo obras en la residencia donde vivía ella, y no
quería correr el riesgo que se perdiera el dinero de la venta del día.
La
policía de manera diligente, respondiendo a la denuncia inmediata de la señora,
patrulló en moto por la zona y al ver un muchacho con un bolso amarillo llegó
de inmediato a interrogarlo preguntándole primero a su acompañante: ¿usted
conoce a esta persona? ¿Cuándo llegó y de qué forma?- dice la policía. El
compañero entró de inmediato en pánico frente a los agentes de seguridad, y les
dijo –no lo conozco, él llegó ahorita corriendo-
Al
siguiente día Amélie estuvo como todas las mañanas en la parada esperando la
carroza que conducía Cupido, y puntual llegó como de costumbre, al montarse con
su cara de alegría esperando verlo a él, se le borró la sonrisa y surgió en su frente
un seño de preocupación, y un dejo de ansiedad recorrió su cuerpo al no verlo presente. Bajó en la
parada indicada y fue directo a la tienda, volteando la mirada de lado y lado,
hasta llegar a la tienda y abrirla, esperando encontrarlo al frente o esperar
que llegara en cualquier momento. Pasó todo el día esperándolo, esperando una
llamada o una visita, eso nunca sucedió.
Autor: Elio E. Capitillo R.
Fecha: 07/07/2024
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