LA SILLA

 

    Como todos los jueves, ella venía de su muy reconfortante clase de yoga, con todo su cuerpo envanecido, la mente relajada y serena pensando en lo bello de la vida y lo bueno por venir, solo quería llegar a la tranquila y muy fresca terraza de su apacible casa, sentir la brisa y ver a lo lejos la montaña, decía que nada más traería ese paroxismo ansiado a ese momento de su vida.

- Este tráfico está para locos hoy, quisiera llegar de inmediato a la casa, quitarme esta ropa, y estar descalza, lo necesito ya. La clase de yoga debería ser en la terraza y evitarme este ajetreo –

- Ya falta poco Mima, estamos muy cerca, relájate, echa el asiento hacia atrás y olvídate del resto. Ya verás que cuando entres a tu casa hasta el gato estará colaborando con tu paz y tranquilidad, entiendo cómo te sientes y como quisieras percibir el ambiente para tu relax –

Ya eran cerca de las 6:00 p.m. finalizando el atardecer, cuando se estaban bajando del carro para abrir la puerta de la casa, comenzó a correr una brisa fuerte y fría, imprevisible, y de la montaña bajó una neblina, nada habitual, corrían las hojas de los árboles y levantó la polvareda

- ¿Qué es esto?, no necesito esto en este momento, ¡¡Dios!!, ¿Qué pasa? -

                - Ven pasa, ya está abierto. ¡Qué raro! Baja las escaleras, yo me encargo de cerrar-

-Pero es que ni en la terraza voy a poder estar con esta brisa-

Ella baja, se quita la cartera, el sweater, las bolsas y la tira sobre La Silla de la entrada en la esquina, se quita los zapatos, tal como lo anhelaba y los deja frente a la silla, toma un vaso de agua, ni se fija en sus mascotas, y busca ir a la terraza a ver los últimos minutos de su montaña favorita a lo lejos. Yendo camino a la terraza recuerda la brisa fría que había afuera, abre con mucho cuidado la puerta corrediza, viendo con ansiedad su silla de relajación favorita, y justo al lado de la silla estaba su gata, con los ojos profundos, pupilas dilatadas, lomo arqueado y su pelaje erizado; ella la ve, se preocupa y se apresura en correr la puerta, y se lleva una reacción de desconcierto al no percibir ni frio, ni brisa, ni ningún tipo de turbulencia, había un ambiente temperado, por lo que ganó su anhelado momento, animando a sentarse en su silla de relajación, a su vez le pasa la mano a su gata por el lomo.

-Gracias por este momento - se miran, de inmediato la gata mira hacia dentro de la casa, con la vista fija hacia La Silla de la entrada, a ella le llama la atención la mirada y voltea a ver hacia donde tiene la mirada, se fija que está encendida la lampara superior y La Silla ya no tiene ni bolsas, ni ropa, ni zapatos, lucía impecable, excelente ícono con el destello en su superficie, todo prolijo. Voltea la mirada, se toma su momento para reclinar la cabeza, mirar hacia el horizonte y esperar la puesta de Sol.

Luego de un rato, hace vasto resollar y decide entrar para incorporarse a su rutina de la noche, cuando pasa el umbral de la puerta escucha el viejo picó con una melodía de blues de los 60s, va hacia la sala y está todo muy organizado, pulcro, en el fondo tal como la había visto, La Silla, sin nada encima, sólo lo resplandeciente de su superficie reflejando la luz de la lampara superior.

-Gordo, ¿bajaste las cosas que dejé en La Silla?  Lo de la bolsa iba para la nevera, ¿lo guardaste?    …..Gordo!, Gooorrdooo!!!!!

Nadie contestó, solo se escuchaba la melodía del blues en el viejo picó.

 Con cierta perplejidad voltea hacia la terraza, ahí seguía su gata con mirada profunda viendo La Silla.

Pasado un rato llega “El Gordo” con una bolsa de pan caliente y leche para la cena, pasa directo a la cocina y la consigue a ella nuevamente en su silla de relajación en la terraza, con la gata al lado, inmóvil.

-Waaoo!!, allá al frente continúa la brisa fría, la neblina, y aquí detrás está de lo más rico el ambiente –

La gata lo escucha, y voltea a verla a ella, y ella le acerca la mano y le soba el lomo.

-Gordo, ¿guardaste las cosas que había dejado sobre La Silla?, no volteé después que entré, ni te vi bajar–

                - Mima, yo no entré a la casa, cerré la puerta y me devolví a comprar el pan –

La gata lo escucha y voltea a mirarla a ella de nuevo, le acerca la mano y le soba el lomo, ella reclina su cabeza, la gata voltea a ver La Silla de nuevo,    …..continuaba sonando la melodía del blues en el viejo picó


En una mañana nublada, con ganas de llover, la brisa movía los árboles, y la rutina de las mañanas confinaba el tiempo, apenas de tomar café y salir, pero desde las 6:00 a.m. ella se despertó con ganas de hacer su estiramiento y meditación en su apreciada terraza, cuando se escuchó los pasos en la escalera

-Mamá, mamá, apúrate, voy tarde al colegio, ya tengo mi bulto, el sweater y la lonchera en la salida de la casa, las puse sobre La Silla en la esquina –

                - Ya voy subiendo para meditar en la terraza, espérame unos minutos y ya salimos-

-Mamá, va a llover debe estar haciendo frio en esa terraza, apúrate que si llueve voy a llegar tarde-

Ella siguió caminando para abrir la terraza, al abrir la puerta y pasar el umbral, siente una agradable temperatura, y los primeros rayos del Sol se apuntaban hacia la terraza, ve la gata al lado de la silla de relajación, se aproxima a la silla, le acerca la mano y le soba el lomo, la ve directa a los ojos, la gata voltea la mirada hacia La Silla fijamente, y ella voltea junto a su gata, no logra ver nada sobre La Silla, todo prolijo, todo ordenado, solo lo resplandeciente de su superficie reflejando la luz de la lampara superior.

Ella se volteó a ver los ojos de su gata, le sobó el lomo, le destellaron los ojos a ella, y comenzó a hacer su meditación        ….. Solo se escuchaba la melodía del blues en el viejo picó            

Elio E. Capitillo 

Sept 2023

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